Servi Industriales & Mercadeo S.A.S

CUANDO LAS CRISIS NACEN DEL COMPORTAMIENTO HUMANO

En cualquier compañía, los mayores riesgos no siempre se esconden en los mercados, en los competidores o en la tecnología. La verdadera amenaza suele venir de un lugar mucho más cercano: La propia gente de la organización.

La mayoría de las crisis reputacionales modernas no comienzan con un comunicado mal redactado ni con un fallo técnico, sino con una decisión humana tomada bajo presión, sin criterio o sin entender su impacto público.

La historia corporativa reciente es clara. Cuando se analiza lo que ocurrió en casos como United Airlines, Wells Fargo, BALENCIAGA o Boeing, siempre se encuentra el mismo patrón, un comportamiento individual o colectivo que nadie gestionó a tiempo. En United Airlines, la falta de criterio humano frente a un pasajero terminó escalando a una indignación mundial. En Wells Fargo, una cultura que premiaba las metas imposibles llevó a empleados a abrir millones de cuentas falsas. En Balenciaga, la ausencia de filtros internos permitió que una campaña pasara a producción sin que nadie cuestionara su impacto ético y social. Y en Boeing, la presión interna y la cultura del silencio impidieron que los equipos técnicos alertaran sobre problemas que más tarde tuvieron consecuencias fatales.

Aunque los sectores son distintos (aerolíneas, banca, moda, aviación) el origen de las crisis es el mismo, personas tomando decisiones en culturas que no blindan la reputación.

Los desastres reputacionales rara vez son sorpresivos. Antes de que una crisis estalle, siempre hay señales internas, desde mandos medios saturados, equipos que no se sienten escuchados, áreas que operan desconectadas, decisiones apresuradas para cumplir metas y una cultura donde cuestionar parece peligroso. Cuando estos factores se acumulan, cualquier incidente operativo puede transformarse en un incendio reputacional.

La reputación de una organización no se destruye el día del escándalo. Se destruye en los meses o años en los que permitió actitudes riesgosas, liderazgos tóxicos, silencios incómodos o presiones irracionales. Y esto explica por qué la mayoría de las estrategias de reputación fracasan, porque intentan controlar la conversación externa sin haber ordenado primero la conversación interna.

Blindar una compañía comienza con preparar a su gente para decidir bien bajo presión. No basta con manuales, las empresas sólidas entrenan a sus equipos en escenarios reales, fortalecen la inteligencia emocional, promueven la conversación difícil y diseñan culturas donde levantar la mano no es un acto de valentía, sino de responsabilidad.

También implica crear filtros internos que funcionen. Los errores no se vuelven crisis cuando hay personas (en todos los niveles) entrenadas para decir “esto no lo podemos aprobar”, “esto no lo podemos hacer” o “esto no está bien”. Las organizaciones que sobreviven no son las que nunca cometen errores, sino las que tienen sistemas humanos capaces de detectar, corregir y frenar antes de que algo se haga público.

La reputación es el reflejo de lo que ocurre puertas adentro. Y cuando las personas están mal gestionadas, sin apoyo, sin criterio o bajo presiones desmedidas, la marca se vuelve frágil. Porque tarde o temprano, lo que ocurre internamente termina en las noticias, en redes sociales o en la percepción de los clientes.

En un mundo hiperconectado, donde cualquier ciudadano tiene una cámara y una audiencia, el factor humano es hoy el mayor riesgo reputacional de cualquier organización. Ignorarlo es apostar a la próxima crisis. Gestionarlo bien es la única forma de evitarla.