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RETENER TALENTO O QUEMARLO: EL DILEMA DEL BIENESTAR LABORAL

En Colombia, cada vez más empleados se van sin decir adiós. Renuncian con el cuerpo presente, pero la mente ausente, en lo que ya se ha bautizado como renuncia silenciosa. No se trata de falta de compromiso, sino de una respuesta al agotamiento crónico, a culturas laborales que no escuchan, no cuidan y no entienden que el bienestar dejó de ser un “beneficio” para convertirse en una urgencia estratégica. En nuestra experiencia como consultores en gestión humana, vemos cómo muchas empresas siguen atrapadas en un modelo de trabajo que mide todo menos la salud mental de sus colaboradores. Hay metas, indicadores, informes… pero ¿qué tan medido está el malestar? ¿Dónde se reflejan las renuncias que se cocinan en silencio desde hace meses? ¿En qué parte del tablero de gestión aparece el cansancio emocional o la pérdida de motivación?

Durante años se nos vendió la idea de que había que elegir entre exigir resultados o “consentir” al equipo. Hoy sabemos que esa dicotomía es falsa. Las empresas más competitivas son precisamente aquellas que han entendido que el bienestar no es un gasto, sino una inversión con alto retorno: Menor rotación, mejor clima organizacional, mayor innovación, y algo cada vez más escaso en el entorno laboral: sentido de pertenencia.

Pero eso exige ir más allá del yoga los viernes o los refrigerios saludables. Hablamos de bienestar real: Cargas de trabajo sostenibles, jefes que saben liderar sin agredir, políticas claras de desconexión, oportunidades de crecimiento, herramientas de gestión emocional y, sobre todo, un entorno donde las personas se sientan vistas, escuchadas y valoradas. Sin ese tejido invisible de cuidado cotidiano, ningún beneficio aislado logra sostener el compromiso.

¿Qué está pasando en las empresas colombianas?

  • Según estudios recientes, más del 60% de los trabajadores colombianos reporta síntomas de agotamiento emocional o burnout.
  • En sectores como servicios, tecnología y salud, la rotación supera el 30% anual, afectando no solo la continuidad operativa, sino el clima interno y la reputación como empleador.
  • Cada vez más personas prefieren empleos con menor salario pero mayor calidad de vida, y ya no están dispuestas a hipotecar su bienestar por una nómina.

Y, sin embargo, muchas organizaciones siguen evaluando su éxito en función de metas cumplidas, no de personas “sostenidas”. Siguen premiando al colaborador que trabaja hasta las 10 de la noche, mientras ignoran al que propone mejoras para hacer el trabajo más eficiente. Siguen midiendo productividad en horas y no en impacto. Siguen sin hacerse una pregunta básica: ¿cuánto talento están perdiendo por no escuchar a tiempo?

¿Qué deberían estar haciendo las empresas?

  1. Medir el bienestar como un KPI más: Si no se mide, no se gestiona. Es urgente incluir encuestas de clima emocional, evaluación del liderazgo, seguimiento a licencias por estrés y retroalimentación constante.
  2. Formar líderes conscientes: El jefe es el principal factor de permanencia o fuga de un empleado. Necesitamos líderes que gestionen desde la empatía, que sepan contener emocionalmente y dar ejemplo de equilibrio.
  3. Revisar la carga laboral: No todo es eficiencia. Cuando el exceso de tareas se normaliza, el talento se quema y lo que parecía eficiencia se convierte en deserción.
  4. Crear espacios de escucha real: No todo se soluciona con una caja de sugerencias o una encuesta anual. Las pausas de conversación, los espacios de feedback y la gestión cercana hacen la diferencia.
  5. Hablar de salud mental sin miedo: Normalizar el autocuidado, abrir canales para pedir ayuda, formar en inteligencia emocional y, sobre todo, eliminar el estigma de no estar bien.

Las empresas hoy tienen dos caminos: cuidar a su gente o reemplazarla constantemente. Retener talento o quemarlo. No es un tema ético solamente, es un asunto de sostenibilidad del negocio. Porque no hay estrategia que funcione con equipos agotados, ni innovación que prospere en ambientes hostiles. Una cultura organizacional que ignora el desgaste emocional de su gente está cavando su propio estancamiento. Las cifras pueden ser frías, pero las historias que hay detrás de cada renuncia son profundamente humanas: Madres que no logran conciliar, jóvenes que se sienten descartables, profesionales con años de experiencia que se apagan sin que nadie lo note. El talento se apaga en silencio cuando no encuentra un lugar donde respirar, aportar y crecer.

En nuestros procesos de consultoría lo hemos visto una y otra vez, cuando una empresa cuida a su gente, su gente cuida del negocio. Así de simple. Así de poderoso. Pero también, así de olvidado. El bienestar no puede ser una estrategia de moda ni una respuesta a las crisis. Debe ser parte de la identidad de la organización, del día a día, de la manera de liderar y de tomar decisiones.

Porque no basta con retener talento por necesidad. Se trata de cultivarlo con propósito, de escucharlo con intención y de sostenerlo con coherencia. La gran diferencia entre una empresa que crece y una que sobrevive, suele estar en cómo trata a su gente cuando nadie está mirando.